Por Santiago Wigberto
Bueno-López
En historia se identifica con el nombre de “Holocausto”, al intento orquestado por Hitler, de aniquilar
totalmente a la población judía de Europa. Unos 6 millones de judíos perdieron
la vida. Así mismo como le “entro” Hitler a los Judíos, contrabandistas y
regentes inescrupulosos; bajo la mirada
impotente, quizás inepta y a veces encadenada con complicidad de algunos fiscalizadores
gubernamentales; le han entrado a las poblaciones de pino criollo, Pinus occidentalis, Sw., en La Sierra
y otras partes del país, y lo único que se prevé en futuro no muy lejano, es la
aniquilación de esta especie en las aéreas productivas. Esta especie con cuya
madera se construyeron casas que hoy después de más de 100 años aún perduran, habrá
que ir al Parque Nacional para verla, dice un amigo y ex viceministro de
Recursos Forestales.
Mientras el Plan Sierra fue
regente único, se mantuvo un nivel ético adecuado en el manejo de los bosques
de pino en la sierra. Se trabajaba con el afán de lograr la meta propuesta de
que el 60% de esta región estuviera bajo cobertura boscosa. La difícil tarea de
servir de intermediario tenía como prioridad, 1) lograr que los propietarios
cumplieran los compromisos de mantenerse produciendo madera de manera perpetua;
2) incrementar las áreas de reforestación; 3) realizar las operaciones
silviculturales respetando las decisiones técnicas apropiadas y 4) respetar las
áreas designadas como zona de protección.
En el 2000 las autoridades
adoptan una nueva ley forestal y se autorizan un sinnúmero de regentes con la
potestad de presentar y ejecutar planes de manejo y planes de corta. Contrario
al Plan Sierra, que contaba con un equipo multisectorial de profesionales para
hacerse cargo del manejo del bosque; los regentes que surgen actúan en la
mayoría de los casos, de manera individual, tienen lagunas técnicas y éticas
considerables y no poseen un propósito silvicultural que les sirva como guía. Aparentemente,
la única meta es “cobrar” sus trabajos, cosa que se logra más fácil y en mayor
cantidad extrayendo mucho volumen del bosque, sin considerar sus funciones
ecológicas en el presente y futuro. Para lograr mucho volumen, deben extraer lo
mejor del bosque, explotando y disminuyendo considerablemente el acerbo
genético de las poblaciones de pino criollo. Nunca es bueno generalizar pero, así
como lo hicieron las madereras en la primera mitad del siglo XX, los regentes
que surgieron a principios del siglo XXI han “explotado” los bosques remanentes de pino criollo.
Las autoridades
fiscalizadoras no han logrado controlar la conversión de bosque a conuco y
eventualmente a pastos. Según ellos, y quizás en eso tengan razón, no existe el
apoyo logístico para lograrlo sin embargo, se otorgan permisos para cortar dos
y tres arboles que luego se convierten en 10 o 20, y por ahí comienza el
problema. Otra desventaja en la subsistencia del pino criollo, es que no se ha
logrado establecer plantaciones exitosas que puedan competir con otras especies
como el pino caribaea. La productividad de éste último en plantaciones,
sobrepasa en mucho la de nuestro pino y por lo tanto, desde el punto de vista
económico es preferido por parte de propietarios y administradores forestales.
Esto ha resultado en el remplazo del pino criollo de bastas áreas que una vez
ocupó de manera exitosa. Desde el Plan Sierra se han venido haciendo
investigaciones con tal de mejorar el establecimiento de plantaciones de pino
criollo pero los resultados de estas pruebas no han sido concluyentes.
Un viaje reciente de recolección de datos para fines de
investigación forestal nos llevo en un recorrido por las principales aéreas de
productoras de madera de pino criollo, en la zona norte del país. Exactamente estuvimos
recorriendo las áreas productivas en los municipios de Jarabacoa, San José de
las Matas y Restauración. El estado actual de esos lugares es extremadamente
desalentador, siendo mucho más crítica la situación en San Jose de las Matas.
En la mayoría de los lugares visitados en este municipio, el bosque de pino
criollo ha sido remplazado por otras especies, pastizales degradados o por conucos,
y donde quedan pinos endémicos estos son ralos, desatendidos y de mala
formación.
Del
holocausto de nuestro endémico pino criollo podría devenir la decadencia de
nuestras zonas rurales. Para evitarlo necesitamos de mejor voluntad en el
ejercicio de fiscalización, responsabilidad que recae sobre el Ministerio de
Medio Ambiente y Recursos Naturales, sobre todo en lo que respecta a la
supervisión de regentes, para que éstos últimos cesen de explotar y de minar lo
que resta de nuestros bosques naturales de pino criollo. Se debe por todos los
medios velar para que se cumpla lo acordado en los planes de manejo. A los
contrabandistas debieran despojarlos de los camiones en los que se transporta
la madera contrabandeada, para frenarlos aunque sea momentáneamente. Aunque las
plantaciones del pino criollo no pueden competir en términos productivos con
las de otras especies, estoy seguro que un programa agresivo de investigación
en métodos alternativos de reproducción, especialmente aquellos que consideran
la regeneración natural, nos permitirá encontrar las técnicas apropiadas para
reproducir adecuadamente nuestro pino criollo. Estas acciones deben ser
acompañadas de políticas apropiadas. Como es posible que si ocurre un incendio
en un rodal, esta área no pueda ser intervenida apropiadamente? En el lapso de
tiempo que transcurre hasta que se autoriza una intervención, se establecen
especies indeseadas y las áreas se convierten en improductivas.
Debemos
intentar por todos los medios traer de vuelta el “occidentalis”. Nos da la
impresión de que ha sido abandonado a su suerte y este curso de acción que
aparentemente han tomado algunos administradores forestales importantes, es
inaceptable.